Sunday, March 18, 2012

A favor de la diversidad.

En esta casa estamos a favor de la diversidad y sí recibimos todo tipo de comentarios.

Me enteré que mi hermano es gay hace más de diez años.
Era una época en la que no puedo decir si era bien o mal visto, simplemente yo no conocía a nadie abiertamente gay.
Yo trabajaba en un hotel en Costa Rica y justo nos acababan de decir que íbamos a cerrar el hotel por dos semanas para dos grupos LGTB. Obviamente para mí a los 20 años era toda una aventura y no sabía qué esperar.
Una semana antes tuve vacaciones y vine al DF a visitar a mi hermano. En una plática que tuvimos, se puso serio "te tengo que decir algo". Miles de cosas pasaron por mi cabeza antes de "me gustan los hombres". Me sorprendí muchísimo, nunca me lo hubiera imaginado. No porque fuera algo malo si no porque simplemente él no parecía. Está muy deteriorada la primera imagen de "gay" que se nos viene a la mente. Yo creo que la edad me ayudó a reaccionar tan cool y contesté: "ah, como si a mí me gusta el helado de vainilla". Nos dimos un gran abrazo y tan tan.
Hasta ahí yo no tenía idea de lo que significaba para él dar ese paso tan grande de hacerlo abierto con su familia por lo pronto.

Regresé a Costa Rica a recibir a los grupos en el hotel. Había sido todo un show prepararnos para ellos porque era secreto. A la mayoría de los empleados les dieron vacaciones para que no supieran o no dijeran nada en el pueblo. Costa Rica era un país con más del 80% de población católica. La agencia que organiza estos grupos ya había tenido más de una experiencia en dónde no eran bienvenidos al país dónde llegaran.
Llega el primer grupo como si nada. Les damos la bienvenida y ¡oh sorpresa! ¡Son gente "normal"!
La mayoría hombres americanos y canadienses, guapos, jóvenes, obviamente bien vestidos. Desde el minuto uno nos enamoramos del grupo. Felices de estar ahí, con una actitud increíble, con una gran calidad humana.
El primer grupo pasó como cualquier otro. En una semana hicieron todo lo planeado. Actividades dentro y fuera del hotel. Tours a los volcanes, selvas lluviosas y de buceo. Y ahí fue donde se empezó a desmoronar todo. La gente de fuera empezó a hablar. En los pueblos decían que en tal hotel había un grupo de "maricones" y eso no era aceptable. Se empezaron a organizar.
Se terminó la semana y el grupo regresó al aeropuerto. A las dos horas llegaba un avión con el siguiente grupo. Me tocó ir a darles la bienvenida. Ya todos arriba del camión, les conté de las maravillas del país y les prometí que la pasarían increíble. Pues resulta que les mentí. Me avisa el chofer que un policía no nos deja arrancar. Me bajo a hablar con él y se limita a decir que él sólo sigue instrucciones y que le pidieron que no saliera el camión del aeropuerto. Dos horas después de llamadas, negociaciones, convencimientos, logramos salir hacia el hotel. Veinte minutos mas adelante nos encontramos con un tronco de árbol atravesado en el camino y unas quince personas gritando que no nos dejarían pasar, que no querían homosexuales en Costa Rica y que regresáramos el camión al aeropuerto.

No sé como describirles las caras de los pasajeros pero yo sentía una decepción, combinada con impotencia y enojo que jamás había experimentado. Lo primero que pensé fue "en qué año estamos?". Mi mente se fue al pasado y pensé en judíos y afroamericanos. ¿No ya habíamos superado las diferencias? ¿No ya habíamos entendido que todos somos humanos? Que nadie es mejor que nadie por su color, preferencia o pensamiento? Por supuesto que no. Ni hace casi 15 años, ni ahora.
Después de otra hora de llamadas que llegaron hasta el embajador de EU en Costa Rica, por fin nos dejaron pasar. El ánimo de este grupo fue mucho más triste. Casi nadie salió a las actividades fuera del hotel por miedo a que pasara algo.

Algunos ya lo tenían muy digerido y aceptado, para otros era un golpe más fuerte sentirse discriminados de esa forma. Platicando con ellos durante una semana me cayó en veinte de la decisión que había tomado mi hermano de hacer abierta su preferencia y entonces me sentí muy orgullosa de él, lo admiraba más, si es que se podía.
Es de las experiencias más fuertes que he vivido.

Ahora que tengo hijos, qué difícil tratar de educarlos con respeto, tolerancia y diversidad, cuando mucha gente a nuestro alrededor piensa diferente.
Por lo menos a la familia la tenemos de nuestro lado pero en las reuniones de amigos, algo muy común son los chistes, burlas y comentarios de "jotos".
Cada vez que sale algo del tema, o digo que estoy a favor de la diversidad y cada quien su vida, o de plano me hago la loca y cambio el tema o me volteo a otra cosa. Sé que la gente de mi edad y para arriba o lo aceptan, o no. Creo que es difícil hacerlos cambiar de parecer y sinceramente no tengo interés en meterme en una discusión de si es genético, si se convierten, si es hereditario, si se contagia. Respeto su forma de pensar y su derecho a decirlo. Si defendemos la libertad de expresión, hay que practicarla para todos lados. Hasta cierto punto entiendo que piensen así porque así nos educaron. Porque para nuestra generación lo "normal" es un hombre con una mujer y no nos dieron opción a pensar en algo diferente. Para mí siempre ha sido algo natural y yo creo que las circunstancias me lo reafirmaron.

Afortunadamente para nuestros hijos ya es muy diferente, para ellos es mucho más común ver a una pareja de hombres o de mujeres y para nosotros es muy sencillo poder explicarles que así de diversa es la vida.
Mis hijos ya fueron a una boda gay. La de mi hermano. Para ellos es lo más natural que su tío vive con su pareja, que planearon su boda, que se casaron y punto. No hay preguntas más allá.
La hija de 5 años de una amiga de mi hermano reaccionó: ¿Qué no estaban casados ya? La hija de 3 años de mi amiga Mariela, cuando se enteró de una boda entre dos hombres, contestó: Ah.
Eso por lo menos me deja tranquila, ellos ya pasaron la barrera de si está bien o está mal.

Simplemente así es.

A mi hermano que amo y admiro.

Monday, March 12, 2012

¿Y tú qué haces todo el día?

Es una pregunta que, cuando me la hacen, me cae como balde de agua helada. Por lo general me la hace gente que trabaja en una oficina por lo que siento que me imaginan acostada en la cama viendo la tele y comiendo palomitas todo el santo día.

Para los que no saben o no se imaginan lo que hacemos algunas “amas de casa” (que btw odio el término), aquí les va un pequeño resumen de mi día.

Leche para dos chamacos (a veces las prepara el marido antes de irse, ya gané 5 minutos más). Levanto chamaco, uniforme, desayuno. Levanto al otro, pañal, lo visto, me cambio, dejar chamaco al kinder. Regresamos, medicina, desayuno y arrullada para dormir chamaco dos, (sí, lo arrullo. Porque quiero, porque me gusta y porque lo disfruto muchísimo). Ya que cae, corro a bañarme, camas, platos. (Me urge una lavadora de platos). Despierta, leche otra vez. Pañal otra vez. Se queda jugando, preparo comida. Los días que tengo ayuda, corro a hacer un poco de ejercicio porque hay que cuidarse, #dicen que a las amas de casa fodongas y descuidadas, las deja el marido por una veinteañera, #dicen. Las uñas, el corte de pelo, el súper, el banco, el desayuno, la junta de la escuela, la tintorería, los trámites, etc. Ya hay que salir corriendo por el otro chamaco al kinder. Regresamos, comemos. Platos, mesa, checar chamacos, ya le toca dormir al chiquitin otra vez. Arrullarlo, alzar, tarea, armar rompecabezas, jugar carritos, aventar pelotas, dibujar. A veces es padre, a veces es divertido y a veces es muy aburrido. Ya se despertó el otro, leche, pañal. Ya para esta hora llevamos 6 gritos y 8 regaños por diferentes cosas y apenas empieza la hora cero. Bañar niños, empijamarlos, medicinas, cena, leche. Dormirlos. Si bien nos va, a las 8 ya estamos libres. Cenar con el marido, platicar, si acaso, algún programa. Ya nos dieron las 10. Estoy como trapo, corro a dormir porque mañana a las 7 otra vez nos espera la misma danza.

¿Hago más o menos que quien trabaja en una oficina? No sé y la verdad me vale.
Soy afortunada en decir que hago esto porque quiero y porque me gusta. Está bien, está mal, es mejor o peor que trabajar, no sé. Igual y mis hijos terminan en un manicomio después de estar con su mamá todo el día. Lo que sé es que es mí decisión en este momento de vida. Creo que soy muy afortunada por poder hacerlo.

No dejo de sorprenderme de como nos juzgamos, mucho más entre mujeres y sobre todo entre mamás. Las que no trabajamos no dejamos de decir que lo más fácil es irse a trabajar y dejar niños en la guardería todo el día. Obvio las que trabajan dicen que lo más fácil es estar en casa todo el día, lo difícil es salir y no ver a tus hijos.
Todas somos diferentes, tenemos diferentes estilos de vida, necesidades y personalidades. Hay gente que trabaja por gusto y gente que lo hace por necesidad. Hay gente que se queda en su casa por gusto y porque lo puede hacer. Al final es decision de cada quién.

¿Quién tiene razón? Yo creo que nadie. No son competencias. No se trata de ver quién hace más o menos, a quién le cuesta más o menos trabajo. ¿Qué más da? Nosotras mejor que nadie sabemos lo difícil que es todo.
Lo que sí es un hecho es que para todas en algún momento es frustrante, desesperante, divertido, muy gratificante, confuso, incierto, maravilloso, y en eso creo, es dónde nos deberíamos de entender en lugar de juzgar.

Dedicado a todas mis amigas que trabajan por gusto, por necesidad y a las que se quedan en casa por decisión.